No es para menos, conocer la historia detrás de aquello que estamos ingiriendo es garantía de inocuidad alimentaria, de salud, para una población demandante y en crecimiento.
Saber qué comemos y de dónde proviene nos protege como consumidores, pero también aporta información valiosísima a una empresa dedicada a ese rubro, al contar con datos precisos sobre su sistema de trazabilidad a lo interno y externo de un alimento en específico, desde su producción hasta su distribución y consumo final.
Un producto certificado es sinónimo de confianza, seguridad y calidad, pero también puede contribuir a generar un mayor “engagement” con ese cliente, al conocer las buenas prácticas que están detrás de todo aquello que se consume y tanto gusta.
Pero, a su vez, la trazabilidad aporta información de peso en caso de que se dé una alerta sanitaria que implique la eventual retirada de un lote de productos determinados, del mercado donde se comercializa. De manera que ayuda a las autoridades de salud a rastrearlo y garantizar la salud de sus habitantes.
Si bien la trazabilidad es de vieja data, fueron algunos incidentes vinculados a los alimentos como la aparición de la encefalopatía espongiforme bovina conocida popularmente como la “enfermedad de las vacas locas”, la fiebre aftosa y la dioxina en las aves de corral, entre otros, que levantaron las voces de alerta.
De manera, que el concepto tomó relevancia con el fin de salvaguardar la salud de la población y recuperar la confianza del consumidor, por lo que a nivel internacional se comenzaron a dar diversos movimientos para regular la industria alimentaria.
Conforme el paso del tiempo y al ver la utilidad de este tipo de procesos, se comenzó a aplicar el término a otras áreas del conocimiento humano.
Surgimiento de la trazabilidad controlada
De acuerdo con la literatura, el término surge en 1996 como respuesta a la necesidad que tenían los consumidores de proteger la salud humana.
Por lo que los primeros esfuerzos se dan en el viejo continente con el fin de reformar la política y normativa existente, en aquel entonces.
Entre las medidas tomadas por la Unión Europea, el Parlamento desarrolló un reglamento donde todos los involucrados en la producción de alimentos, especialmente la industria cárnica, bovina, contaran con un sistema de trazabilidad para esos productos.
Así surge desde el artículo 3 del Reglamento 178/2002 del Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea una definición de trazabilidad que permite la posibilidad de rastrear y darle seguimiento a todas las etapas de producción, transformación y distribución de un alimento.
Por su parte, el Codex Alimentarius, un libro que recopila normas, prácticas y directrices reconocidas internacionalmente, relacionadas con los alimentos y todo lo que conlleva la producción de estos, define la trazabilidad de un producto agrícola como la capacidad de rastrearlo en todas sus etapas, antes, durante y posteriormente.
La comisión de las Naciones Unidas que es el ente que regula todo este tema, destaca la importancia de contar con toda la información relacionada a estos procesos, con el objetivo de garantizar a los consumidores la seguridad de todo lo que está detrás de un producto determinado.
La trazabilidad va más allá de lo que usted adquiere en una góndola o anaquel del supermercado o en la propia feria del agricultor o el mercado. Significa conocer todo el proceso a nivel interno, incluso en caso de un producto agrícola, desde que usted genera la semilla.
En criterio de Guillermo Varela, Director Ejecutivo de GS1 Costa Rica, la trazabilidad permite contar con todo un sistema medible hacia atrás y hacia delante, de ahí su gran importancia en la actualidad.
Porque no es solo la información que trae el etiquetado de un producto o su número de registro (eso es una pequeña parte de todo el proceso), es conocer lo que está detrás, de manera que se cuente con toda la información necesaria, integralmente, pudiendo contar con datos valiosos en toda la cadena por control y alguna eventualidad.
Por ello que implementar este tipo de sistemas, además de brindarle confianza al consumidor, ofrece la posibilidad de reaccionar en caso de alguna situación adversa a una empresa determinada.
Para los expertos, es una herramienta valiosa que puede aplicarse en diversos ámbitos. Por lo que implementar el uso de nuevas tecnologías puede ser de gran valía para mejorar la competitividad, la confianza y seguridad del consumidor.