“Novecento” de Alessandro Baricco

Por: Benjamín Campos Chavarría,
Campus Tecnológico Local en San Carlos
bcampos@tec.ac.cr
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5770-5760

7 de Noviembre 2024 Por: Visitante

Baricco, Alessandro. (2023). Novecento. Anagrama

Para mí, un viaje a la playa es, fuera de los chapuzones, sinónimo de lectura tumbado en la arena, bajo un árbol de almendro. Es algo que disfruto enormemente ¿Y qué mejor si el libro habla de mar? Novecento. La leyenda del pianista en el océano fue publicada en 1999 por Anagrama, editorial que ha traducido todo lo que tenemos de Alessandro Baricco en español, la edición que yo tengo es la decimonovena, publicada en 2023. Esta novela corta fue escrita como monólogo teatral (y algo tiene de eso, pero es más una novela) bajo la dirección de Gabriele Vacis, y que fue llevada al cine por Giuseppe Tornatore con el título La leyenda del pianista en el océano.

Baricco es un autor que recomendaría a cualquiera que me pida consejo sobre libros, ya sea como lector o como escritor. Comprometido con la belleza de las letras, sus libros son, sin excepción, un carnaval mágico de figuras literarias, imágenes, giros inesperados, una prosa poética que se desliza sobre el mundo, como todo lo que no hace daño (incluso si cuenta cosas terribles). Quizá es el autor que más he leído en mi vida. Un fan, debo confesar, un fan de su obra. Se ha descrito a Baricco como un mago, yo sigo embelesado con sus prodigios.

He aquí uno:

Tocábamos porque océano es grande y da miedo, tocábamos para que la gente no notara el paso del tiempo cómo y se olvidara de dónde estaba, y de quién era. Tocábamos para hacer que bailaran, porque si bailas no puedes morir, y te sientes Dios. Y tocábamos ragtime, porque es la música con la que Dios baila cuando nadie lo ve.

Con la que Dios bailaría si fuera negro. (Alessandro Baricco, Novecento, p.14)

Escogí Novecento como mi lectura para un viaje reciente a Isla Tortuga, primero porque trata sobre un hombre, en un trasatlántico, el Virginian, que nació ahí, abandonado por emigrantes, sobre el piano del barco, en primera clase, con la esperanza de que uno de esos ricachones lo adoptara. Pero lo adoptó Danny Boodmann, uno de sus maquinistas, quien le buscó un gran nombre “Danny Boodmann T. D. Lemon Novecento”, conocido por ese último nombre, pues su padre adoptivo consideró que, si una persona podía tener el nombre de un día, por qué no tener el nombre de un siglo Novecento, pues lo encontró el primer año de ese siglo.

Novecento ha vivido siempre en el barco, nunca ha pisado tierra firme, y es un pianista sin igual, uno que tuvo un duelo, ahí en el barco, con Jelly Roll Morton, el inventor del jazz, un duelo cuyo desenlace dejó a todos, a Jelly Roll Morton, a los ricachones, a la tripulación, sin aire. Una forma de tocar el piano nunca escuchada, que se parece al jazz, pero es algo más, en un barco que es una prisión, quizá, un refugio del mundo, un lugar para encontrar, a pequeñas dosis reemplazables en cada desembarco, lo mejor y lo peor de la humanidad. Al tocar el piano, Novecento viaja, recorre el mundo, reproduce lo que escucha a los que suben y bajan del Virginian.

Segundo, lo escogí por su brevedad, 88 páginas, una lectura para un día, para un día que ocupa ratos en autobús, ratos en un catamarán, y ratos de tranquilidad. Si alguien desea una lectura ligera pero bella, esta es una gran opción.

Tercero, leer a Baricco es siempre una lectura que me da paz, la belleza con que selecciona cada palabra, el ritmo en que se mueve, la forma hermosa de narrar incluso hechos dolorosos hace que su lectura sea un oasis en medio del ajetreo de la vida. Es poesía, siempre.

Algo interesante es que Baricco presenta acá su visión de la literatura y del arte en general, una que también expresa en Tierras de cristal: el arte es una forma de escape, de auxilio ante un mundo que no dominamos, infinito, cambiante, y por tanto fuera de nuestro control, hermoso pero al final, terrible, que nos asusta, que nos volvería locos si no tuviéramos algo que nos resuma el mundo, nos presente, limitados al espacio entre las solapas del libro o entre las limitadas líneas de la partitura, la belleza y el dolor del mundo, purificados de lo cambiante y lo infinito. Dice Barricco:

Imagínate: un piano. Las teclas empiezan. Las teclas acaban. Tú sabes que hay ochenta y ocho, sobre eso nadie puede engañarte. No son infinitas. eres infinito, y con esas teclas es infinita la música que puedes crear. Ellas son ochenta y ocho. eres infinito. Eso a mí me gusta. Es fácil vivir con eso. (Alessandro Baricco, Novecento, p.73)

La vida real, en cambio, es un piano infinito, y eso no hay quien lo pueda tocar, no hay quien lo sepa tocar.

Opinión, Literatura