El poder transformador del arte
Repaso por la vida y obra de Juan Luis Rodríguez Sibaja, Premio Magón 2020
La vida y obra de Juan Luis Rodríguez Sibaja, Premio Magón 2020, fue el tema de la lección inaugural del Campus Tecnológico Local San José, realizada de forma virtual y con la participación del historiador del arte y exprofesor del Tecnológico de Costa Rica, Luis Fernando Quirós.
Tradicionalmente, esta lección es dictada por la persona galardonada con el máximo reconocimiento que otorga el Ministerio de Cultura y Juventud. En esta ocasión, Rodríguez no pudo estar presente por razones de salud, pero su esposa, Diana Patricia Mosheim Castro, compartió una serie de ideas y principios que el artista ha pregonado a lo largo de su vida.
Posteriormente, Quirós hizo una reseña de la vida de Rodríguez y destacó algunos momentos de su carrera artística y su capacidad creativa para transformar materiales de desecho en verdaderas obras de arte, muchas de ellas efímeras y creadas a partir de elementos naturales.
En la voz de su esposa, Diana Patricia Mosheim Castro:
“Hay algunas palabras y algunas ideas que Juan Luis repite, no solamente de manera hablada, sino también en sus trabajos, y voy a tratar de transmitirlas. Claro, no es igual. Pero, él siempre dice que hay un vacío del que se debe estar consciente, algo que uno desea llenar con lo que hace, pero tiene que ser a partir de quién es uno y definir el terreno donde uno está, porque uno siempre tiene un sustento. Entonces, conocer el terreno es importante. El terreno externo como el terreno interno.
“En el trabajo creativo, mientras uno hace las cosas, porque una cosa es imaginarlas y otra cosa es hacerlas, uno tiene que estar un poco suelto, tiene que seguir las intuiciones, dejar que se manifieste esa parte de uno que no necesariamente es tan consciente. Cada idea que uno tiene, la manifestación no necesariamente es a través del mismo material. Entonces, por ejemplo, a veces hay una gran inquietud, algo que uno quiere transmitir y no va a ser por medio del dibujo o de un grabado como él lo hace, sino puede ser a través de la poesía, puede ser a través de la escultura o puede ser a través de una receta de cocina o puede ser, simplemente, de una forma de vivir, un giro en la forma de vivir. Entonces, la creatividad, en este aspecto del artista, tiene que cubrir muchas partes de su vida y, en general, él dice de cualquier persona, así debe ser.
“La copia, inicialmente, tal vez es un ejercicio que los artistas o los intelectuales o cualquier persona hace, pero, poco a poco, la copia o ese ejemplo que uno sigue tiene que ir cogiendo características personales. Eso hay que irlo reconociendo. La línea nunca es igual, el peso de una línea sobre un papel o el trabajo que uno hace nunca es igual al de otra persona, porque uno tiene vivencias diferentes. Entonces, siempre hay que recuperar eso, esa parte que se va manifestado, que es lo que uno llama su sombra, su terreno interno. Ese es un gran respeto que él siempre promueve.
“Juan Luis dice que lo que uno hace tiene que ser algo que no podría dejar de hacer. Es decir, que lo llena tanto de pasión y de alegría o hasta de sufrimiento o tensión, que no puede dejar de hacerlo. Entonces, no es una cosa que se elige por comercio, digámosle así. Si, finalmente, dan buenos resultados en cuestión de dinero pues es muy bueno, pero la creatividad no puede estar solamente manejada por un aspecto de bienestar material. Dentro de estas manifestaciones, a veces, surgen lo que la gente califica como errores. Dice Juan Luis que estos errores son la punta del iceberg de lo que uno es de su originalidad, de su particularidad. Estos errores hay que estudiarlos, limarlos, ver cómo fue que salieron de esa parte no racional que uno tiene y pueden ser la fuente de un trabajo o un hallazgo que sea parte de lo que uno va a dejar de original.
“No hay material que no pueda utilizarse: una roca, un pedazo de tronco, materiales, sobre todo, que tengan una cierta durabilidad. Eso él lo ha apreciado muchísimo y todo lo que, a veces, la gente bota es recuperable. Él tiene muchas obras que son con cosas que, probablemente, hubieran ido a dar al basurero: pedazos de metal o pedazos de tronco. También le importa una especie de placer interior de sentirse creando algo. Entonces, por ejemplo, en las playas después de una gran tormenta que quedan ese montón de troncos, usted lo ve a él montando esculturas, como si fuera una obra de teatro, y todo el mundo pasa por allí y le fascina y viene la próxima marea y se lo lleva, como si fuera una especie de retrato con la vida: es un sueño.
“Entonces, es como el gran placer de crear, de salirse de lo puramente cotidiano que nos impone la sociedad y llenar esos espacios de vacío que solo se llenan con la creatividad y esa es la gran invitación que le encanta hacerle a los estudiantes que inician una profesión y que inician las incursiones para ver qué es lo que quieren hacer, qué es lo que van a hacer, sobre todo esa pasión y ese gusto.”
En la voz del historiador del arte, Luis Fernando Quirós:
“Juan Luis Rodríguez es pintor, grabador, escultor, poeta, instalador, muralista, docente universitario de larga trayectoria iniciada a su regreso de su formación en Francia en la década de los setenta del siglo pasado. Es un intelectual e importante teórico y crítico, uno de los rasgos que infundieron valor y orientación a artistas locales que emprendieron el lenguaje de lo contemporáneo en el arte costarricense.
“Declara que sus primeros pasos en la vida le sirvieron al cultivar, innovar y escalar en el escabroso terreno del arte. Siendo adolescente ayudaba al hogar en un entorno pobre de aquellos tiempos como fue el de Cinco Esquinas de Tibás. Descubrió el tesoro de los materiales recolectando maderas a orillas del río Torres para arder en el fogón de leña de aquella cocina renegrida por el humo y las contingencias de la vida donde cocinaba su madre. Evoca, además, la experiencia de observar el fuego transformar la materia en cenizas, le encantaba sentarse frente al fogón a ver cómo se transformaba la sustancia provocada por el fuego. Vender granizados los fines de semana por las calles de San José y asistir al boxeo, en cuyas jornadas enfrentó a sus contrincantes fue una constante que se objetiva después en cada una de sus obras.
“Entre 1960 y 1972 logró palpar las corrientes de vanguardia artística europea, en especial el arte matérico, arte póvera, minimalismo e informalismo. Fueron complemento de aquel simbolismo, bagaje y conceptualidad en que ejercía los materiales para su pintura: piedras, mosaicos, mármoles, ladrillos, argamasas u otros residuos recolectados en demoliciones que, al ser triturados y mezclados con resinas o distintas fórmulas muy suyas, comenzaron a generar una pintura o escultura e instalaciones de carácter constructivo, tectónico, esencialmente material, investigación que lo llevó a una búsqueda incesante por captar el existencialismo de estar y vivir en el lugar ante un entorno donde aún se advertían los estértores de la guerra, como fue el París de ese entonces, y las voces disidentes de los estudiantes universitarios del mayo 68.
“Importa mencionar que, aunque el artista vivió 12 años consecutivos en Europa, en su obra siempre hubo las referencias al país, en sus recuerdos de infancia y juventud. Uno de sus trabajos emblemáticos, parte de la colección del Museo de Arte Costarricense, titulado “La familia cosquillitas”, la cual se mencionó, refería a los pobres del barrio, donde creció vivenciando las travesuras de sus chiquillos creativos y fogosos, como lo era él mismo.
“La Biblioteca Nacional exhibe un frontón sobre las puertas de acceso, mural hecho en mármoles y mosaico o pastas utilizadas en su pintura matérica. Fue autor, además, de los murales en madera del vestíbulo y mezanine en la sede del Instituto Nacional de Seguros.
“El taller de grabado de Juan Luis en 1972 en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica fue un punto de reclutamiento de artistas estudiantes, como se dijo, que buscaban el carácter crítico y analítico que él infundía en aquellos conversatorios y dialógica tan propia de la acción universitaria. Cuestionaba todo, no solamente el arte, sino el comercio del arte, la política, la sociedad y, sobre todo, las situaciones livianas del tico.
“Ahí se reunieron artistas de la cala de Joaquín Rodríguez Del Paso, Emilia Villegas, Héctor Burque, Carlos Aguilar, educandos en ese entonces, quienes dieron un especial énfasis al grabado en metal, pero sobre todo el fundamental cultivo del pensamiento crítico ante las problemáticas contemporáneas.
“En 1993, el Museo de Arte Moderno de San Francisco, California, expuso una singular muestra de grabados de dos artistas latinoamericanos de alto perfil: el mexicano Rufino Tamayo y el costarricense Juan Luis Rodríguez Sibaja, ampliamente difundida por la crítica especializada en la prensa californiana. Este hito de su carrera es casi desconocido, pero importante reconocimiento a su carrera.
“Fue seleccionado por el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo para presentar y exhibir en la Bienal de São Pablo, Brasil, donde propuso, nuevamente, el uso del hielo y simbolismo del ring. Esta se llamó “Combate 2”. Es importante recordar que la primera pieza titulada “Combate 1” fue ganadora de la Bienal de París en 1969, una pieza muy adelantada para su tiempo. Era una instalación cuando apenas se hacían algunas obras de este tipo en el mundo. Juan Luis lo hizo recogiendo tablones, alambres, material de desecho, armó un ring y en el centro talló en una maqueta de hielo un signo de interrogación teñido en rojo y negro, que al diluirse dejaba un charco como de sangre en la sala.
“Sibaja, como lo llamaban sus colegas en Francia, perfila al investigador e innovador constante, su arte efímero, como las esculturas realizadas en la Isla de Córcega durante la primera década de este siglo, recolectando rocas entre las escolleras costeras que documentó, demuestra el valor actual del archivo del artista donde se lega al país un acervo documental e imaginario para el aprendizaje de las futuras generaciones de artistas.
“Se recuerdan experiencias similares en Cocles, Caribe Sur costarricense, usando materiales traídos por el mar: cuerdas, mecates, cocos, pipas y otro tipo de materia que eran necesarias para ese ímpetu creativo suyo para hacer y documentar una obra que luego dejaba ahí y que el mar se llevaba.
“La figura de Rodríguez en las artes visuales costarricenses es un hito muy importante, su voz crítica, cuestionante de todo el arte en general, del comercio del arte, de las diferentes acciones que se dan hoy, Juan Luis siempre pone su punto, el punto sobre la i. Es por esto que se le otorgó para el año 2020 el Premio Magón de Cultura”.