El alma no tiene arrugas…

Cuando se desvanecen los sueños, se extingue la ilusión, se nubla el pensamiento y la vida se apaga poco a poco.

Eso es justamente lo que ocurre, erróneamente, cuando envejecemos.  Durante muchísimo tiempo, se nos hizo creer que envejecer es sinónimo de enfermedad, de inutilidad, de tristeza y qué equivocados que estábamos.  ¡Sí!, porque muere quien deja de disfrutar y vivir, quien no arriesga, quien no emprende.

Quien se deja minimizar por su edad, desaparece.  Los cambios demográficos del nuevo siglo nos replantearon el verdadero significado del envejecimiento.

No es una amenaza, es un logro social que debemos saber sobrellevar y aprovechar al máximo, si realmente queremos avanzar como país, como región, como mundo.

Un mundo donde las oportunidades existan para todos, pero donde se glorifiquen las canas y se enaltezcan como un verdadero tesoro.

Porque una sociedad sin historia, sin pasado, es una página en blanco que nunca escribirá su propio camino, porque nunca sabrá hacia donde realmente quiere llegar.

La sabiduría que dan los años constituye un cúmulo de conocimientos para el desarrollo de nuevas capacidades en los jóvenes, en la formación educativa, en la implementación de políticas integrales en materia de salud pública, de infraestructura, de oportunidades de crecimiento.

De ahí que, el establecer programas y políticas públicas que promuevan la capacidad funcional de nuestras personas adultas mayores, es fundamental para que vivan de manera plena, con autonomía, con dignidad, con la alegría de sentirse útiles porque realizan contribuciones valiosas en su núcleo familiar, en su barrio, en la colectividad.

Justamente, desde las universidades públicas buscamos empoderar a la persona adulta mayor como un ser completo y necesario en la sociedad actual.

Pero necesitamos alinear las estrategias, alinear todas las fichas, para lograr una visión conjunta de país, que contribuya a derribar barreras y pensamientos nocivos que se han creado en torno a la figura de una “persona mayor”.  Porque es vieja la sociedad que mutila el desarrollo de sus mayores, que amarra sus capacidades y los aísla para que vean pasar sus días, sin hacer nada.

Eso es lo que nos mata como sociedad.  Es hora de que juntos, instituciones, organizaciones y universidades trabajemos por un cambio desde las bases, un cambio desde la familia, para cuidar este preciado tesoro.

Carla Garita Granados

Directora General

Jorge Quesada Araya

Coordinador Editorial