Dice aquel viejo refrán “que del dicho al hecho hay mucho trecho” y en los tiempos actuales no podemos hacer más de lo mismo, sin apostar por una mayor innovación cuyos resultados permitan generar un gran cambio en la humanidad.
La pandemia producida por el SARS-Cov2 nos vino a remover muchísimas cosas al mundo moderno.
El confinamiento y el aislamiento social han dibujado realidades tan diversas y desiguales que nos deben poner a reflexionar en las verdaderas revoluciones que queremos para los años venideros.
La incursión de las tecnologías de la información permitió a muchos trabajar desde sus hogares, seguir estudiando, interrelacionándose entre sí; para otros, ese panorama está muy lejos de su diario vivir.
De acuerdo con un informe reciente del Banco Mundial denominado: “La economía en los tiempos del COVID-19”, muchos hogares viven al día y no disponen de los recursos para poder afrontar los confinamientos y las cuarentenas necesarias para contener la propagación de la epidemia. Muchas personas trabajan por cuenta propia y la informalidad es común incluso entre los asalariados. Llegar hasta estos trabajadores por medio de transferencias es más difícil que en economías formalizadas. Muchos hogares también dependen de las remesas, que están colapsando a medida que la actividad se paraliza en los países de acogida, donde los trabajadores migrantes se encuentran entre los más afectados.
Y ni que decir de qué tan conectados pueden estar en este siglo. Tomando en cuenta que América Latina y el Caribe son las regiones con los niveles más altos de desigualdad, con diferencias notorias en las condiciones de vida, genera mucha frustración, indica el citado informe. De ahí que la respuesta es intentar dar mejores oportunidades económicas a los más desfavorecidos, centrándose en la prestación de servicios y la protección social.
Entonces, con esa sombra de por medio, ¿cómo lograr que esa innovación tecnológica se logre masivamente?
De acuerdo con el reconocido periodista Andrés Oppenheimer en su libro ¡Basta de historias!, la razón por la cual no surgen varios Steve Jobs en América Latina es porque hay poca tolerancia al fracaso.
Oppenheimer llegó a una importante conclusión: apostar por una economía global del conocimiento en la cual los países que crecen son aquellos que apuestan por la innovación tecnológica.
Para lograr esta meta se debe crear una cultura innovadora, que fomente la educación, donde se descubran nuevos avances que estimulen la creatividad y el ingenio.
El otro aspecto mencionado es que la clave de la economía del conocimiento es la calidad de la educación. Poner todo nuestro esfuerzo en darle un giro positivo a cómo se forman los estudiantes de hoy desde la escuela hasta la universidad, traerá enormes beneficios para los países.
Sin embargo, si se analiza el contexto actual en países como Costa Rica por ejemplo, no es lo mismo la educación que está recibiendo “Josling”, una pequeña niña de una escuela rural de la provincia de Alajuela, quien vive con su bisabuela de 70 años de edad, quien no cuenta con los medios para conectarse y realizar sus trabajos extra-clase; respecto a la formación que está recibiendo “Dayana”, quien vive en Moravia, cuenta con su propia computadora, celular y una casa con acceso a la tecnología las 24 horas del día y cuyo cantón forma parte de lo que se conoce como la Gran Área Metropolitana (GAM). Ella, por medio de sus padres, ambos profesionales cuenta con los recursos necesarios para estar conectada de manera remota durante estos días de cuarentena.
Reporte de Competitividad
El impacto educativo, fundamental para el cambio
Uno de los grandes desafíos en este contexto fue la inclusión de las TIC en las escuelas y centros educativos de América Latina. Lo que se tenía claro es que una pizarra digital o el uso de una tablet no iban a mejorar la calidad educativa por sí misma, sino cómo se aplicaba la tecnología en el aula.
El especialista Antonio Kanashiro afirma que hace 20 años, la prioridad en la Región era cerrar la brecha del acceso a la tecnología. Esto en algunos países aún sigue siendo la prioridad, pues el desarrollo se medía en base a la generación de condiciones básicas como cantidad de equipos distribuidos, horas de acceso a la sala de cómputo, hora de capacitación docente en tecnología, entre otros.
“Hoy en día con el nivel de penetración de la tecnología en la sociedad en general, además del abaratamiento de los dispositivos digitales cada vez con mayores capacidades de conectividad y computación, el enfoque en el campo educativo va pasando más en las estrategias para generar entornos de aprendizaje mediados por las tecnologías que permitan la innovación educativa y por ende, en la mejora de los aprendizajes como impacto”, afirma el especialista.
Eso implicó la capacitación de miles de maestros en el uso de herramientas digitales y la réplica hacia sus alumnos. La innovación educativa y la alfabetización digital sigue siendo un reto pendiente en la Región.
El aporte del sector privado en este campo ha sido y sigue siendo fundamental. De hecho, hay algunas empresas que otorgan reconocimientos anuales a maestros que han demostrado la implementación efectiva y exitosa de alguna estrategia o proyecto de innovación digital en el aula.
Según el último Índice Global de Competitividad 2019-2020, América Latina presenta un índice de 50.9 respecto a la adopción de las TIC, lo que significa que aún se encuentra por debajo de los principales referentes mundiales. (Ver recuadro adjunto)
Además, conviene cambiar el ángulo desde el cual se impulsa la educación, para poner el foco en el talento humano, en el desarrollo de habilidades blandas, vinculadas con el uso de las herramientas digitales.
De ahí que los especialistas señalan la importancia de promover la integración de la tecnología, en habilidades de desarrollo para la generación de nuevas oportunidades.
No obstante, lo anterior se logra, según el informe citado anteriormente, invirtiendo en las personas, en ese conocimiento que mejore la productividad y permita amasar todo un ecosistema de innovación para transformar esas habilidades; esa acumulación de saber en nuevas ideas, en la Cuarta Revolución Industrial.
Y eso, solo se construye, invirtiendo en ese capital humano. Porque si miramos de manera reflexiva, la Región está muy lejos de todos aquellos países que han impactado positivamente en la inclusión de las tecnologías de la información y comunicación. Las naciones que nos aventajan provienen del viejo continente o de Asia, por citar algunos ejemplos como Dinamarca o Corea del Sur.
En este camino importa mucho la capacitación de los jóvenes, empoderarlos para que sean capaces de generar proyectos atractivos con el uso de herramientas novedosas, por ejemplo los avances de la inteligencia artificial como la robótica, la biotecnología, la ingeniería genética, la neurotecnología, entre otros.
Si realmente queremos pasar de la sociedad industrial y entrar de lleno a una economía del conocimiento, debemos ser capaces no solo de cerrar las brechas digitales en la educación sino también, generar procesos de reconversión tecnológica en los sistemas productivos.
Se debe generar conocimiento vinculado a la creatividad e innovación en los procesos de bienes y servicios, basados en las fortalezas naturales y culturales de cada ciudad.
En ese sentido, siempre la innovación debe estar enlazada con la investigación y así generar mayor conocimiento aplicado al mundo tecnológico y digital.
Estimular el conocimiento y el aprendizaje es fundamental para las futuras generaciones. No es lo mismo todo el desarrollo y apoyo que ha tenido Dayana desde edades tempranas y su inserción a las nuevas tecnologías, que lo que vive a diario Josling, con poco acceso a este desarrollo, pues vive en una vulnerabilidad social que afecta con una serie de carencias y limitantes su posible vinculación a ese nuevo mundo, que para ella se basa en cuidar a su abuelita y poder subsistir.
“En este momento, como educadora, el uso de las tecnologías de manera remota no se ha dado, en mi caso personal, como quisiera o deseara, pues la gran mayoría de niños solo tiene acceso a internet mediante un celular, vía prepago y no les alcanza para mucho. A lo sumo para ver videos cortos. También ha incidido que algunos padres de familia se quedaran sin trabajo, a otros les redujeran la jornada laboral, también están a los que les han echado el desahucio por impago de alquiler ...entre otras aristas negativas que surgen en el día a día” apunta Liliana Miranda, quien funge como maestra de primaria en la Escuela de los Ángeles de Ipís de Goicoechea.
A lo anterior se le debe sumar, que a algunos estudiantes los cuidan en guarderías y ahí no les colaboran con los trabajos escolares.
El tema de la pandemia, si bien ha reflejado la importancia de las tecnologías de la información y la comunicación en estos tiempos, también ha puesto diversos escenarios en una “economía de guerra” donde el acceso y las oportunidades no son iguales para todos en diversas partes del mundo. Y Costa Rica, es fiel reflejo de ello.
Reporte de competitividad
Así está Costa Rica respecto a otros países con posiciones cercanas
Acceso es vital
El experto en TIC, Antonio Kanashiro, sostiene que la presencia del coronavirus, que obligó a paralizar al mundo entero, sometiéndolo a varias semanas de cuarentena, puso a la tecnología digital como un elemento prioritario para la sostenibilidad del servicio educativo.
Si bien las TIC han democratizado el acceso a la información, el reto ahora es transformar esa información en conocimiento. “Democratizar el acceso a los libros no implica democratizar nada, sino se ha democratizado la comprensión lectora”, advierte.
“Uno de los roles críticos de la educación como medio para vincular el desarrollo tecnológico con el desarrollo económico y social, es pasar de la sociedad de la información, a la sociedad del conocimiento donde ese capital humano sea la materia prima en activos de conocimiento”, argumenta.
El especialista añade que aún falta consolidar un sistema educativo (formal y no formal) que forme a lo largo de toda la vida, las habilidades del pensamiento que se requieren para que las personas más allá del consumo y producción de información, puedan realmente ser creadoras y gestoras de conocimiento, aprovechando las capacidades en volumen y velocidad de información de las tecnologías, que hoy son cada vez más asequibles.
Por lo tanto, se debe democratizar el acceso a las oportunidades de desarrollo de competencias digitales para todos los ciudadanos (alfabetización digital), de lo contrario, el uso de tecnología podría ser un medio más para la dependencia económica, es decir, que el uso de tecnología más no la creación de la misma, termine acrecentando la brecha respecto a la participación en la economía mundial con los países del primer mundo.
“El conocimiento se convierte en un activo crítico para una persona, una comunidad o un país, para tener recursos que le permitan competir dentro de la nueva economía digital”, puntualiza el especialista.