Científicos donan tiempo y conocimientos para impulsar a agricultores de Oreamuno
Donación de 10.000 vitroplantas de papa a productores
También se brindará abono orgánico y capacitación
Un grupo de 11 investigadores e investigadoras del Centro de Investigación en Biotecnología (CIB), del Tecnológico de Costa Rica (TEC), dedicaron su tiempo y conocimientos para apoyar a la reactivación económica de productores de papa, en comunidades del cantón de Oreamuno.
La primera etapa del proyecto consiste en entregar 10.000 plantas de papa desarrolladas en laboratorio, de las variedades conocidas como Única (papa cáscara roja y pulpa amarilla) y Floresta (papa cáscara amarilla y pulpa blanca), que estudios anteriores han comprobado su adaptación a los terrenos en las montañas al norte de Cartago.
“El CIB desde su inicio ha tenido una gran tradición de apoyo a los agricultores de la zona norte de Cartago, y el Centro nació precisamente haciendo proyectos de transferencia de tecnología en papa y chayote. Entonces, este es el cultivo con el que más hemos investigado y creímos que era muy oportuno poner ese conocimiento al servicio de los productores, para apoyar en la reactivación económica del país”, afirmó el máster Geovanni Garro Monge, quien coordina el grupo de investigadores voluntarios.
En la primera etapa, que se desarrolla 2020, se beneficiarán a 10 agricultores, cada uno con con un paquete tecnológico que incluye:
- 1.000 vitroplantas.
- Tres kilogramos de abono orgánico, compuesto a base de biocontroladores.
- Capacitación y acompañamiento.
Según Garro, cada productor se debe comprometer a hacer la fase intermedia de aclimatación de las plantas del laboratorio al campo, para lo cual están trabajando en grupos para construir invernaderos “pequeñitos pero bien adaptados”.
“Ahora los agricultores muchas veces nos sentimos solos, a lo que podamos hacer. Entonces, cuando llega una institución que le ayuda se siente un gran aliento (...). Más que sabemos que este es un proyecto que está empezando y va para adelante“, comentó el agricultor Diego Calvo Gómez.
Para Garro, si bien el valor de las plantas es alto e incrementará la producción de estos agricultores, el principal valor que se está donando es el tiempo para capacitación y la transferencia de conocimiento y tecnología.
La meta, asevera Garro, es continuar una segunda etapa, para aplicar en 2021 y también constaría de 10.000 plantas y 10 agricultores. Un objetivo ambicioso, si se toma en cuenta que la capacidad de producción es de alrededor de 500 vitroplantas por semana.
Para la Dra. Laura Calvo Castro, coordinadora del CIB, esta es una forma idónea de llevar al campo los 25 años de experiencia que ha acumulado el Centro, investigando en temas de interés para el sector agropecuario del país, “con el fin de ofrecer soluciones innovadoras, más amigables con el ambiente, y de base biotecnológica”.
“Desde el inicio de las medidas sanitarias con motivo de la pandemia por COVID-19, los investigadores del CIB se apresuraron a evaluar las áreas económicas y de salud en los cuales podrían aportar con conocimientos, experiencia y soluciones alternativas. Los investigadores de las áreas de Biotecnología Ambiental y Biotecnología Vegetal se unieron y rápidamente diseñaron un paquete tecnológico y un esquema de trabajo voluntario, todo con fondos propios, para ofrecer ayuda a este sector económico para reactivar su producción en el corto plazo”, explica Calvo.
Es de destacar que las personas involucradas en este proyecto lo han hecho de manera voluntaria, donando su tiempo, sin dejar de lado sus labores diarias como docentes e investigadores. También, asumiendo tareas que típicamente son realizadas por asistentes o técnicos, puesto que el acceso a las instalaciones del TEC es limitado por la pandemia.