En primer lugar, debemos tener en cuenta que para el 2050 se espera que la población mundial crezca hasta 9700 millones de personas, de las cuales 700 millones vivirían en zonas rurales.
En ese marco, el crecimiento económico proyectado para América Latina al 2050 es de US$10 mil anuales, y pese a que es una cifra moderada, indica que habrá una mayor demanda alimentaria. Eso es una buena noticia para la agricultura porque implica que habrá mayor requerimiento de los productos que cultivan los miles de agricultores en el campo.
No obstante, aunque patrones de inversión en la agricultura se han incrementado, no bastan para aumentar lo suficiente el acceso a los alimentos, razón por la cual millones de personas quedarían subalimentadas para el 2030.
La FAO precisa que la expansión de los terrenos agrícolas sigue siendo la causa principal de la deforestación. La producción alimentaria y el crecimiento económico muchas veces se han conseguido a costa de la tala de árboles.
Los sectores de alimentación y agricultura contribuyen de forma significativa a las emisiones de gases de efecto invernadero.
En los últimos 50 años, las emisiones de GEI (niveles de emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero) provenientes de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra (AFOLU, por sus siglas en inglés) se han casi duplicado, y las previsiones indican que seguirán aumentando hasta 2050.
En los últimos años, ha habido un aumento de las plagas y enfermedades en plantas y animales, que ponen en riesgo la seguridad alimentaria.
Asimismo, el cambio climático ha generado transformaciones inesperadas en la agricultura. Las pérdidas y desperdicio de la producción agrícola tras medianos y grandes desastres naturales por fenómenos meteorológicos en América Latina y el Caribe, resultan como se muestra en la figura:
Por otra parte, el recurso hídrico es un gran desafío; la extracción de agua para la agricultura representa el 70% del total de extracciones de este recurso.
La FAO estima que más del 40% de la población rural del mundo vive en cuencas de ríos que carecen de agua. En algunas de estas zonas, entre el 80 y el 90% del agua se utiliza con fines agrícolas.
En términos de Paula Carrión, gerente de Agroexportaciones de la Asociación de Exportadores del Perú (ADEX), los cambios de temperatura generan retrasos en los inicios de la producción agrícola, lo que causa demoras en las cosechas. Asimismo, otro desafío importante es el abastecimiento de agua. “Necesitamos mayores proyectos de inversión en temas hídricos”, manifestó la representante de ADEX.
Como vemos en la gráfica, América Latina es la región que más desperdicios y pérdidas genera en su cadena de valor de los alimentos, en las diferentes etapas. Esto exige una mejora de la infraestructura y tecnologías de más calidad.
Por su parte, otro reto importante es evaluar cuánto demoran las instituciones públicas y las autoridades de transporte y sanitarias, de control y regulación, en culminar un trámite en el menor tiempo posible. Si bien es cierto se ha hecho un gran avance en la gestión pública, aún falta mucho camino por recorrer.
En ese sentido, tal como se ve en el cuadro, la producción de alimentos y los canales de distribución están cambiando. En América Latina, la agricultura se destina cada vez más a los negocios tradicionales y pequeños supermercados.
Paula Carrión advierte que los gobiernos son más conscientes del consumo de alimentos nutritivos que aporten a la salud de sus habitantes. Por eso se han implementado acuerdos de tratado de libre comercio que incluyen estos aspectos.
Por su parte, Héctor Carrasco, presidente de la Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro), señala que la agricultura es un tema fundamental en la alimentación de los países, en especial, de aquellos en vías de desarrollo. En ese sentido, afianzar la estabilidad económica se convierte en otro desafío en la región, teniendo encuenta los millones de personas que viven en la pobreza, manifiesta.
Para Héctor Carrasco, es necesario aumentar la fuerza de trabajo, mejorar los procesos productivos económicos y humanos. “La agricultura debe convertirse en una política de estado de los países para lograr una economía sostenible.
En ese sentido, importa mucho la decisión política”, sostiene.
Otro tema que surge como desafío que debe enfrentar la agricultura en América Latina es la capacitación de los agricultores. La mano de obra calificada es importante para concebir un país que quiera crecer en el corto y mediano plazo. Estas habilidades permitirán generar ventajas comparativas en los demás, manifestó Paula Carrión.
Productos orgánicos y sostenibles
Según el representante de Conveagro, se debe identificar a los productores de insumos orgánicos para apostar por una agricultura más ecológica y saludable y amigable con el medio ambiente. Por esto, Carrasco exige que se haga un trabajo intersectorial. Se debe promover los productos naturales. No es lo mismo ingerir un producto natural que otro que ha recibido tratamientos químicos.
Carrasco sugiere que se haga un trabajo coordinado entre las municipalidades, ministerios y entidades privadas. Esta sinergia permitirá aunar esfuerzos y obtener mejores resultados en menor tiempo.
Otro campo de batalla para lograr que la agricultura se desarrolle en su máximo potencial es a través de las universidades. Los centros de estudios superiores deben priorizar en sus planes de estudios, los cultivos orgánicos y ecológicos.
Una de las ventajas comparativas que ofrece América Latina respecto de otras regiones es la gran variedad que poseen sus cultivos y el alto potencial de productos orgánicos exportables y con alta demanda en el mercado internacional.
En América Latina las proyecciones de crecimiento giran alrededor del 3%, pese a los obstáculos que ha habido. El PBI no debe ser el único indicador sino el ingreso per cápita, cuánto realmente percibe cada habitante. Eso es necesario para medir el crecimiento de la agricultura en la región.
Ambos especialistas consideran la necesidad de inyectar una alta dosis de tecnología en los procesos agrícolas que permitan mejorar la calidad de la producción y así generar un mayor valor agregado respecto a otros continentes.
Gastronomía: el caso peruano
La agricultura satisface la demanda alimenticia de nuestros países. Pero, ¿puede la comida tener tanto poder para lograr una revolución agrícola?
El mejor ejemplo de que la gastronomía puede convertirse en una palanca que impulse el crecimiento de la agricultura es el Perú.
Hace 15 años, este país vive un boom gastronómico, favorecido en parte por la estabilidad económica, pero sobre todo porque los peruanos se dieron cuenta de que detrás de cada cocinero hay una cadena productiva agraria. Cabe precisar que el mejor restaurante del mundo está en Perú y este país posee los mejores cocineros del orbe, entre ellos Gastón Acurio y Virgilio Martínez.
Otro detalle importante en el boom gastronómico de este país es asociar la alta demanda turística a la cocina peruana. No hay turista que no pruebe los platos peruanos y sus ingredientes son altamente cotizados en el mercado extranjero.
Todos los años, se organiza en este país la feria gastronómica más importante de América Latina, donde asisten más de 40 mil personas y se exponen miles de platos y productos orgánicos. Esta feria es una muestra palpable de que la cocina no puede crecer sin la agricultura, y viceversa.
Por lo tanto, no se trata solo de mostrar las riquezas culinarias y el buen sabor de la comida. No solo se visibiliza la creatividad de los cocineros peruanos para servir un buen plato, sino los millones de hombres del campo que a diario se esfuerzan por hacer que la papa, los ajíes, la quinua, el aguacate y el arroz lleguen a la mesa con la mejor calidad posible.
Esa es la mezcla que le ha dado tanto éxito al Perú: hacer que el comensal valore no solo el restaurante, sino al agricultor que trae los productos cosechados desde las diferentes partes del país, muchas veces a más de tres mil metros de altura, en los Andes peruanos y a más de un día de camino hasta la capital.
Luis Ginocchio, representante de la Asociación Peruana de Gastronomía (Apega), ha trabajado en un proyecto financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que permite articular a los agricultores con las cadenas agroalimentarias gastronómicas, y manifiesta que hay un gran entusiasmo del pequeño agricultor por integrarse al mercado gastronómico.
Para Ginocchio, uno de los elementos que han llevado al éxito gastronómico también ha sido la variedad de productos orgánicos. Por ejemplo, en el Perú hay 7 especies de ajíes, y dentro de cada especie, 600 tipos diferentes.
El Perú también ha logrado alcanzar buenas metas gastronómicas mostrando las ventajas de sus productos de origen. Los mejores aguacates se producen en la costa norte del país, la papa en la sierra sur, el rocoto en la selva central. Estas cadenas productivas agrícolas que se insertan en la gastronomía han tenido un éxito rotundo.
El Perú ha entendido desde hace más de una década que la cocina y su agricultura forman parte de su cultura, que es la simbiosis que le permite mostrar sus mejores riquezas al mundo. Finalmente, Luis Ginocchio resume que los secretos del éxito gastronómico peruano asociado con la agricultura son: hacer de la cocina parte de su cultura, la alta despensa biodiversa de cada producto, modernización de los mercados, capacitación a los agricultores para mejorar la calidad de los productos, actitud emprendedora y fomentar un sistema de información que sirva de vitrina para mostrar los productos.
El representante de Apega afirma que no solo debe pensarse la agricultura como fuente de alimentación, sino como aquella que puede permitir la diversificación productiva, es decir, lograr que el agro se inserte con éxito en la industria farmacéutica, mediante medicina natural, así como en la cosmética, por citar dos ejemplos.
Según Conveagro, este país posee alrededor de 10 millones de hectáreas cultivables y el 70% de la alimentación es producido por los pequeños agricultores. En ese sentido, teniendo en cuenta las cifras de ADEX, el sector agropecuario ha crecido un 10% en lo que va del 2017 respecto al mismo período del año pasado. El agro representa el 12% del total de envíos del Perú.
Este país posee más de dos mil empresas agroexportadoras, las que venden alrededor de 535 productos distintos al extranjero, cuyos envíos se han incrementado con la oferta de frutas y hortalizas.
Pese a todo, aún se hacen esfuerzos por integrar a los pequeños agricultores a la gastronomía. El objetivo para el 2021, año en que se celebrará el bicentenario de la independencia del Perú, es duplicar el volumen de sus agroexportaciones.