¿Es Honduras una advertencia?

12 de Diciembre 2017 Por: Johan Umaña Venegas
Diseño de una huella digital con los colores de la bandera de Honduras.

Tomada de http://www.hondurastips.hn.

La Oficina de Comunicación y Mercadeo no toma como suyas, las opiniones vertidas en esta sección.

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Las dudas electorales que desembocaron en una crisis social en Honduras, con víctimas mortales y millones de dólares en pérdidas, parecen muy lejanas a nuestra realidad; pero nos recuerda lo que puede pasar en un país cuando se descuida la institucionalidad y los ciudadanos pierden su fe en el sistema.

Quizá es impensable que en febrero, Costa Rica se encuentre en la misma situación, aunque hay señales a las que hay que ponerle atención. La apatía que vivimos los costarricenses, asqueados por los recientes escándalos de corrupción y una gris oferta electoral, se suman a otros factores de riesgo, como que desde hace semanas ya haya un candidato populista e irresponsable hablando de fraude.

Las instituciones no se cimientan sobre cemento, sino sobre la credibilidad que ostenten. Si bien es un deber patriótico denunciar a los poderes cuando estos faltan a su obligación, es completamente irresponsable cuestionar la credibilidad del Tribunal Supremo de Elecciones sin pruebas y con la única motivación de atraer la intención de voto de las personas suspicaces.

De vuelta a la crítica situación hondureña, la agitación social provocada por las sospechas de fraude en la elección del pasado 26 de noviembre, reseñadas por el candidato Salvador Nasralla, del partido Alianza de Oposición, y replicada por organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y Human Rights Watch (HRW), es solo un capítulo más de la crisis democrática que vive ese país desde el golpe de Estado de 2009.

El espaldarazo que la administración de Donald Trump, presidente estadounidense, dio recientemente al gobierno de Juan Orlando Hernández, el rival de Nasralla en los recientes comicios hondureños, es preocupante porque avala supuestos avances en materia de derechos humanos y democracia a un régimen que todos los organismos internacionales objetivos condenan.

No ayudan las acciones de Trump, más allá de que los latinoamericanos nos vuelve a plantear la cuestión de unidad, la necesidad de unirnos y encontrar respuestas propias a problemas locales.

Debemos los americanos volver la mirada al Triángulo Norte de Centroamérica  (Honduras, Guatemala y El Salvador) –la zona no bélica más violenta del mundo y bien apodada como el Triángulo de la Desesperación– y desarrollar los mecanismos que permitan hallar una solución basada en el apoyo internacional, como hicimos en tiempos de guerra.

Porque su situación no es ajena a nosotros. Esa violencia es caldo de cultivo para el narcotráfico internacional del que todos los países del continente somos víctimas. También impulsa un éxodo social que empezó la década pasada, más de 100.000 niños centroamericanos llegaron solos a Estados Unidos entre 2010 y 2015,  y empeora día a día, mientras que más la gente intenta huir y encontrar un poco de paz en sus vidas.

Ahora que Estados Unidos cierra sus fronteras y paga a México para que bloquee el camino de los centroamericanos al norte, ¿cuánto tiempo pasará antes de que ese éxodo vire al sur?

La pregunta es si haremos algo o si nos seguiremos creyendo la Suiza Centroamericana y viviendo con una venda en los ojos mientras que la situación social llega a estado de crisis a nuestro alrededor, pensando ingenuamente que nunca nos afectará.

De vuelta a nuestras venideras elecciones, ¿por qué ningún candidato tiene una agenda internacional para reaccionar a estos problemas? Nos lo debemos preguntar por solidaridad con nuestros hermanos del Istmo y porque no tomará mucho tiempo antes de que nos empiece a afectar.

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