La irracionalidad de lo racionalizado
Por: Benjamín Campos Chavarría
Campus Tecnológico Local San Carlos
Tecnológico de Costa Rica
Si buscamos en Internet una definición sobre qué es la filosofía es normal encontrar entre sus características distintivas el ser una actividad racional. Esto merece ser un poco problematizado. Cuando hablamos de pensamiento racional, o de razón, se puede hacer referencia múltiples cosas, aunque hay un relativo consenso en que el desarrollo del pensamiento racional es un proceso que se ha desarrollado durante muchos años principalmente en las sociedades occidentales y suele aparecer como uno de sus rasgos característicos. Sobre la racionalidad se dicen muchas cosas.
Se dice con frecuencia que la razón nace en Europa, con el paso del mito al logos, con el desarrollo de la filosofía y las matemáticas en Grecia; pese a que actualmente sabemos que muchos filósofos de esa época realizaron viajes a Oriente, en donde entraron en contacto con los avances en astronomía, matemáticas y demás.
También, se dice que la racionalidad toma forma bajo los proyectos de Rene Descartes y Francis Bacon, quienes los sistematizarán. En uno de sus textos titulado El discurso del método Descartes anuncia lo que considera los pasos de un pensamiento racional, comenzando por la duda y la deducción racional. Bacon hará lo propio desde una visión inductivista.
Más recientemente, lo que llamamos proceso de racionalización se desarrolló como parte del proceso de modernización (se suele fechar a partir del siglo XVIII) y que marca el paso del mundo premoderno, tradicional, al mundo moderno de la ciudad y la industria. El proceso de modernización es un proceso con múltiples dimensiones, en donde se desarrollan las ciencias modernas con el método científico, el capitalismo, el protestantismo y demás. Fue un proceso doloroso, pues supuso la desaparición del mundo tradicional.
Y desde el siglo anterior se liga al concepto de racionalidad el concepto de eficiencia, esto es, la búsqueda de métodos que supongan el mejor uso de los recursos para alcanzar un fin determinado, por ello el sociólogo alemán Max Weber le llamó racionalidad de medios y fines, o racionalidad instrumental (por eso se le suele llamar racionalidad weberiana).
La razón instrumental busca maximizar la utilidad, instrumentaliza (utiliza como instrumentos) distintos medios para alcanzar sus objetivos. La razón instrumental, por ejemplo, nos indicará que es mejor (más racional) talar un árbol utilizando un hacha que talarlo utilizando un frágil cuchillo de cocina; o bien que las líneas rectas siempre son la ruta más eficiente para llegar a un lugar.
Hasta el momento todo esto parece sonar bastante bien y el lector podría sentirse un poco confundido al saber que gran parte del pensamiento filosófico del siglo XX se dedicó a cuestionar esta racionalidad. Interesa acá el pensamiento de un grupo de intelectuales judío-alemanes agrupados en lo que se llamó La Escuela de Frankfurt, con representantes como T.W. Adorno y Max Horkheimer. Estos intelectuales presenciarían los horrores de la Alemania nazi y le caracterizarían como una masacre profundamente racional.
¿Cómo puede ser racional el genocidio de miles de personas? Precisamente el método seguido para realizar tales asesinatos fue racional: se buscó el mejor medio (en cuanto a eficiencia) para dicho fin y se encontró las cámaras de gas. De ahí la frase “la razón termina en Auschwitz”, la razón conduce a la barbarie.
Pero ¿No habíamos dicho que la razón era una característica de la filosofía? Para los pensadores de la Escuela de Frankfurt la razón instrumental, ligada al desarrollo del capitalismo moderno, se ha impuesto como la totalidad del pensamiento racional, siendo que no es sino una forma de racionalidad. La razón instrumental se ha enfocado en los medios y ha dejado los fines fuera de toda crítica, así, es posible fabricar masacres racionalmente planificadas, o bien, buscar los mejores medios para una industria sin considerar que esto conlleve la destrucción del medio ambiente. Esta racionalidad se impuso bajo la idea de la Ilustración de un progreso ilimitado, la búsqueda de la eficiencia conllevaría a este progreso, no obstante, terminó en la destrucción. Ya el pintor Goya había dicho que “el sueño de la razón produce monstruos”.
A esta forma de racionalidad que engendra la muerte es necesario oponer una razón crítica, o en como dijo el filósofo, teólogo y economista Franz Hinkelammert hay que oponer una “racionalidad de la vida”, que comprenda la vida misma y que no la excluya de su pensamiento.
Existe en el capitalismo actual una carrera por la eficiencia, por producir al menor costo y maximizar las utilidades, pero esta carrera se asemeja a una competencia entre dos hombres por cortar las ramas de un árbol: cada uno debe cortar la rama en la que se encuentra sentado, quien corte primero la rama, con el método más eficiente y racional, ganará la carrera, pero caerá del árbol y perderá la vida.
Esa es la carrera de la eficiencia y de la racionalidad instrumental y es la carrera en que está metida buena parte de la industria actual, que destruye el medio ambiente solo porque sale más barato producir sus mercancías de ese modo a realizarlo de uno ecológicamente sostenible. Ha esta racionalidad es a la que debemos oponer un pensamiento crítico que respete la vida y genere alternativas sostenibles.
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