Los viejos esquemas mentales…
El desacuerdo permite mejorar nuestros puntos de vista. Pero a veces imposibilita llegar a soluciones prácticas e inteligentes. La apertura para examinar el valor de las ideas facilita la ruta hacia un pensamiento más razonable.
En palabras de J.M Ferré Trenzano, hay personas que sufren de “arteriosclerosis de ideas”, una especie de enfermedad intelectual que provoca que las personas piensen que solo existe su conocimiento e interpretación de los hechos y una verdad: la suya. Estas personas, intelectualmente enfermas, piensan que sus esquemas mentales serán siempre vigentes. Por el contrario, para Ferré, una persona sana desayuna cada día cambios, porque asume que el entorno cambia constantemente y se prepara para enfrentar los posibles impactos que los cambios puedan provocarle.
Los esquemas mentales automatizados son el conjunto de ideas prefijadas que imposibilitan escuchar otros modelos de pensamiento. Se trata de filtros cognitivos que rechazan cualquier planteamiento si no se ajusta a este molde conceptual.
Hay personas que no cambian sus modelos de pensamiento. Esto provoca que la rutina se convierta en su forma de pensar y actuar. El producto siempre será el mismo. Esta lógica fosilizada se mantiene porque otras personas, atrapadas en el mismo esquema de pensamiento, apoyan esa permanencia. Toda idea innovadora que amenaza sus zonas de confort será cuestionada, minimizada, rechazada. Luego, endogámicamente, brindan felices porque paralizaron otras ideas.
La innovación de ideas sociales se atrofia ante estos esquemas mentales fosilizados. La actualización no es una prioridad. Las circunstancias los obligan a cambiar, a buscar desesperadamente cómo se ajustan a una exigencia que pone en riesgos sus vidas. Una vez que el riesgo pasa, la rutina mental vuelve a ser la forma de operar. Hay una imposibilidad de gestionar cambios positivos. No es necesario. La pandemia había enseñado un poco de esto…
Debilitar los mitos del desacuerdo
Para muchas personas, el desacuerdo no representa una posibilidad de crecimiento personal, sino un ataque a sus esquemas de pensamiento. Hay ciertos mitos que hemos asumido implícitamente sobre el desacuerdo. Quisiera debilitar un poco la fuerza de estos sesgos culturales.
Mito 1. El desacuerdo es una señal clara de que no existe una verdad objetiva en una discusión. Como en una discusión cada persona ofrece sus propios puntos de vista, el desacuerdo indica que no se puede demostrar una verdad objetiva.
Sin embargo, el desacuerdo no significa que no exista una verdad mejor sustentada sobre un hecho. Una de las partes en disputa puede estar equivocada y la otra puede tener la razón. ¿Cuál es el problema? Anular la verdad en el otro para tener la razón. Esta es una actitud infantil. Olvidamos examinar la debilidad de nuestro argumento y nos negamos a otorgar validez a los argumentos de nuestro oponente. No saber gestionar los desacuerdos impide apreciar el valor de la verdad.
Mito 2. El desacuerdo demuestra que ninguna de las partes tiene la razón en una discusión. Como toda disputa o discusión provoca desacuerdos, los puntos de vista son solo apreciaciones subjetivas sobre un hecho. No se puede afirmar que una persona está equivocada y la otra tiene la razón.
No obstante, el desacuerdo no anula la posibilidad de determinar que una de las partes tiene la razón y la otra no. ¿Cuál es el problema? Si pensamos que una persona tiene la razón, es porque sus planteamientos son similares a los nuestros. Pero si la opinión expresada se aleja de nuestro sistema de creencias, rechazaremos estos puntos de vista. Debemos aprender a revalorizar la información que tenemos. Si asumimos una posición honesta y crítica, podríamos descubrir que los datos que sustentan nuestros esquemas mentales son raquíticos, que rechazamos de forma caprichosa las buenas razones que encierran otros planteamientos. Hemos olvidado otorgarle validez a las opiniones que critican nuestra forma de pensar. Por este motivo, existe tanta fraternidad en personas que comparten una misma ideología.
Mito 3. El desacuerdo es característico de personas conflictivas que solo quieren tener la razón. Como algunas personas formulan críticas, entonces se dice que son personas conflictivas que discrepan de otros puntos de vista porque solo quieren llevar la contraria. Se trata de personas hostiles, porque constantemente expresan desacuerdos. Además, son personas descorteses, porque formulan críticas a las opiniones de personas consideradas amables y respetuosas.
Sin embargo, estar en desacuerdo no es sinónimo de descortesía, como tampoco una persona que formule críticas de otros planteamientos, se puede titular de conflictiva o problemática. ¿Cuál es el problema? Se trata de una estrategia emocional de personas mediocres que no les gusta que les cuestionen sus ideas. Muestran a la persona que formula críticas como alguien hostil o conflictiva para ganarse la simpatía de otros. El problema aumenta cuando esta mediocridad se socializa, se vuelve cultura y práctica moral. Una opinión se confronta de manera respetuosa. Y respeto no implica ser condescendiente con los planteamientos de otras personas. Si consideramos que algo no está bien, no tenemos por qué callarlo. Pero, proporcionalmente, tenemos que aprender a no llevar la contraria sin motivo, porque caeríamos en una práctica emocionalmente enfermiza e irracional.
Mito 4. En las sociedades pluralistas se deben respetar y tolerar cada opinión porque nadie tiene la verdad absoluta. Como en una sociedad plural nadie tiene la razón, nadie está equivocado, entonces cada uno tiene su propia verdad. Cada uno construye su propia verdad ideológica. Nadie puede opinar sobre otros puntos de vista, porque se considera un acto de intolerancia y violencia hacia la integridad psicológica, política, cultural, ideológica, etc., de otras personas.
No obstante, del hecho de que no exista una verdad absoluta, no se sigue que no se puedan formular críticas a las opiniones de otras personas. El concepto de pluralidad social no significa que cada uno tiene su propia verdad. ¿Cuál es el problema? Si la verdad fuese un concepto relativo, la convivencia social se haría imposible: no habría forma de juzgar si una acción es correcta, porque cada uno tendría su propia concepción de verdad o rectitud. Se requieren de acuerdos mínimos para funcionar socialmente.
Vivimos en un momento donde no se puede criticar ciertas posturas. Cuando se reciben críticas que no gustan, se opta por atrincherarse en zonas seguras que anulan la crítica rigurosa: “respeto tu opinión, pero no la comparto”. Ni se comparte ni se respeta. Este mecanismo evita analizar el valor de otras opiniones, porque vulneran nuestro sistema de creencias al que estamos aferrados. Rechazamos todo lo que no se ajusta a nuestro esquema mental. El derecho de opinar en una sociedad plural no quiere decir que estamos en posesión de una verdad y que esta supuesta verdad no pueda ser cuestionada. Nos falta capacidad para examinar los alcances de nuestras opiniones y la verdad detrás de otras opiniones. Esto nos haría personas razonables, con equilibrio emocional e intelectual.
Este relativismo epistémico debilita la noción de justicia y de verdad. Se crea una sociedad frágil e intolerante. La intolerancia no se debe a que critiquemos posturas ideológicas. La intolerancia es impedir que otros critiquen nuestras posturas. Esto conduce hacia una sociedad frágil y mediocre, donde criticar posturas se interpreta como intolerancia. En una auténtica sociedad plural todos podemos expresar ideas sin temor a ser juzgados de forma arbitraria. Pero se debe tener una postura abierta a la crítica rigurosa. Tenemos que aceptar que las opiniones ajenas pueden ser verdaderas, y que nuestras propias opiniones pueden estar mal fundamentadas y ser falsas.
Un poco más razonables…
El desacuerdo no es un elemento negativo. El desacuerdo podría permitirnos mejorar nuestros criterios, reconsiderar nuestras valoraciones, aclarar nuestros puntos de vista, examinar nuestras ideas y planteamientos. En una palabra, ser más razonables.
Si realmente tenemos interés por la verdad (con todo lo que esta palabra implica), tenemos que aprender a gestionar el desacuerdo. Implica construir nuevos modelos de comunicación social, donde el descuerdo se perciba como un espacio para mejorar las ideas y construir soluciones de forma inteligente. Pero si solo queremos tener la razón o apoyar los planteamientos de nuestros grupos de preferencia, nada ganaremos.
Hay personas que de forma intencional anulan ideas razonables, como si su objetivo social fuera invisibilizar los aportes que otras personas hacen. Este comportamiento umbilical se aleja por completo de lo que sería una persona emocional e intelectualmente equilibrada.
El filósofo australiano, Stephen Hetherington, nos invita a reconsiderar nuestra actitud hacia la verdad. Dice el profesor Hetherington que un modo de comprobar si nos interesa la verdad es preguntarnos por qué queremos estar en lo cierto en nuestras creencias o aseveraciones… El interés en querer tener la razón, no es lo mismo que el interés genuino por la verdad. Querer tener la razón, no es lo mismo que estar interesados por la verdad como tal.
Hay muchas personas que hacen alianzas para anular la proactividad de otros. Viven encantadas en sus zonas de confort intelectual y rutinas ordinarias. Frenan los intentos que otros tienen para mejorar el estado actual de las cosas. Lo que importa es mantener el estado ordinario y superficial que implica el mínimo esfuerzo. Incluso, carentes de toda capacidad ética, muchos diseñan mentiras para dañar o desestabilizar la imagen de otras personas.
El desacuerdo puede movernos a un estado superior de equilibrio racional sano: interesarnos por la verdad o ser más razonables. Esto podría provocar un giro en nuestros esquemas mentales a la hora de disputar asuntos y permitirnos gestionar soluciones creativas y constructivas de los conflictos y problemas sociales que enfrentamos. Pero, si el desacuerdo solo busca anular iniciativas que quieren mejorar el estado actual de las cosas en nuestro ambiente social, poco o nada avanzaremos.