Cien años atrás, en la escuela pública se encontraban menores de todos los estratos sociales. Los hijos del presidente de la República y de grandes empresarios compartían sus recreos y tareas con niños descalzos provenientes de hogares de escasos recursos. Ese espacio de encuentro contribuyó a construir una identidad como país; sin embargo, ahora vivimos otra realidad: la segregación.
Otro ejemplo: los parques y las plazas solían ser uno de los puntos en los que coincidían personas de todas las clases sociales. Este tipo de espacios permitió consolidar una sociedad en las que las diferencias sociales y económicas no fueron impedimento para el intercambio y la socialización. Además, se trataba de lugares en el que el acceso era gratuito.
A estos se puede añadir otros espacios de encuentro privados que también contribuyeron a la interacción y a la consolidación de una identidad colectiva. Aunque estos lugares cobraban por el ingreso, su cuota no era infranqueable para la mayoría. Aquí destacan los salones de baile y las salas de cine en los principales centros poblacionales.
No obstante, muchos de estos lugares han desaparecido o su uso original se ha transformado. Algunos parques ya no se les ve como punto de destino y de encuentro, sino como un lugar de paso, mientras que las salas de cine se han recluido en monumentales centros comerciales donde el requisito tácito para ingresar es el consumo.
Para Zuhra Sasa Marín, directora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica, el espacio público es el lugar de encuentro por excelencia. En este sentido, ella considera que uno de los pocos lugares de encuentro que perviven en el país son las ferias del agricultor, porque a ellas aún acuden personas de diversos estratos sociales. Sin embargo, advierte que la ciudad de San José está recrudeciendo un proceso de segregación social que inició siglos atrás. Las manifestaciones de la experta fueron parte del VI Ciclo de Discusiones Des-dudando el Patrimonio, el cual abrazó el lema “Lugar(es) de encuentro(s)” para este año.
El conversatorio también contó con la participación de Jaime Gamboa Goldenberg, integrante de la banda Malpaís; de Mariano Fernández Sáenz, coordinador de la Maestría en Teoría Psicoanalítica de la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica; de Fernando Chaves Espinach, periodista cultural; y de José Pablo Bulgarelli Bolaños, profesor e investigador de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo del TEC. El espacio fue moderado por Andrés Fernández Ramírez, arquitecto e investigador del patrimonio histórico arquitectónico de San José.
El encuentro inició con la intervención de Gamboa, quien ofreció una lectura desde su experiencia artística. Recordó la forma en la que él y su hermano procuraron compartir la riqueza cultural guanacasteca desde su paso por la educación primaria y la manera en la que fueron rechazados, una y otra vez. Eso les marcó una hoja de ruta que los llevó a desarrollar todo un proyecto artístico que empezó a ser del gusto costarricense a inicios del siglo XXI.
“Esa es la evolución cultural que me ha tocado vivir. Mi patrimonio es la nostalgia, pero no es una nostalgia ordenada, sino caleidoscópica. Yo me siento cruzado por mil tradiciones que no sé de dónde vienen. De alguna manera, eso me define. Así es como veo nuestro patrimonio cultural como nación, no lo veo en singular, sino en plural. ¿Cuántas naciones están viviendo en esta tierra bajo una bandera que pretende unificarlas en una sola?”, recalcó Gamboa.
Fernández también rememoró sus años de infancia, cuando hacer mandados por Barrio Amón y lugares aledaños era la demostración de “hacerse grande”. Para el especialista, el “encuentro” es cuando se descubre algo inesperado, es cuando se pasa de lo familiar a lo ajeno, del adentro al afuera; y la ciudad juega un papel fundamental en este proceso de crecimiento y desarrollo de la persona y de la sociedad.
En este sentido, considera de primordial importancia atender las secuelas que ha dejado la pandemia por COVID-19, como la idea de que “el otro” podría ser prescindible, “el otro” digital, “el otro” virtual, que su presencia virtual y física se homologa y no hay pérdida, ese “otro” que siempre está disponible y, a la vez, nunca lo está.
“¿Recuperar la ciudad o reinventarla? Si es de recuperarla, debemos tener cuidado de no hacer resistencia a los tiempos que han llegado para quedarse y pensar que la retreta era mejor que Tinder. Quizás sea que debemos redescubrir la ciudad en lugar de reencontrarla. Renovar la experiencia del encuentro, no volver a los viejos encuentros”, sugirió Fernández.
Al igual que Gamboa y Fernández, Chaves también trajo a colación recuerdos de su niñez, cuando ingresaba gratis a ver películas al Cine Rex, gracias a que un familiar era el administrador del lugar. Esa experiencia marcó su vida y hoy es uno de los principales promotores del espectáculo cinematográfico del país. Su reflexión giró en torno a la función que tuvieron las salas de cine como lugares de encuentro a lo largo del siglo XX y la necesidad de recuperarlos.
“¿Qué vamos a hacer para defender estos espacios? Son cosas intangibles que conforman una experiencia humana y un archivo enorme de emociones con un montón de gente que nunca vamos a volver a ver en la vida”, invitó a reflexionar Chaves.
Por su parte, Sasa enfatizó en la necesidad de recuperar el espacio público de calidad como un lugar de encuentro, en medio de una ciudad que ha crecido de forma segregada desde el siglo XIX, cuando el Estado cedió al capital privado la expansión y organización de la urbe. Para la arquitecta, el espacio público es donde nace la identidad, por lo que, si este se restringe únicamente a ciertas zonas, la identidad también se ve reducida.
En esta línea, Bulgarelli expuso algunas de las propuestas de recuperación del espacio público en los barrios Amón y Otoya que surgieron de la última edición del Taller Vertical de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo, una experiencia académica que involucra a todo el estudiantado y personal docente de esta unidad académica en torno a una problemática urbanística.
Más allá de las ideas de transformación del espacio urbano que recomendaron los equipos estudiantiles, Bulgarelli resaltó la oportunidad de que los estudiantes se encontraran cara a cara por primera vez, luego de dos años de estudio remoto desde sus casas. Ese primer contacto detonó múltiples propuestas fomentar el encuentro ciudadano en este sector de la capital.