Con esta excitativa de Arabella Salaverry concluyó la lección inaugural del Campus Tecnológico Local San José [2], la cual reunió a la escritora y actriz con el artista plástico Fernando Carballo, quienes fueron recientemente galardonados con el Premio Nacional de Cultura Magón por parte del Ministerio de Cultura y Juventud.
La actividad comenzó con la exposición de Carballo, quien recordó la forma en la que desde muy pequeño mostró inclinación por el dibujo y la pintura. “Mi trabajo siempre he sido yo y yo he sido mi trabajo, nos hemos criado juntos. Desde los 4 o 5 años me robaba los carbones de la cocina para ir a dibujar a la gente que de alguna manera me había impactado”, rememoró.
De esta manera, dibujó a sus hermanas, a su madre, a sus tías y a varios vecinos. Según afirma, esta fue su forma de meterse en el mundo de los grandes con el fin de transgredir cosas y situaciones con las que nunca ha estado de acuerdo.
“De chiquito tuve experiencias muy amargas con el machismo, la gente que discrimina porque no jugábamos fútbol o porque no tirábamos piedras, sino que nos dedicábamos a bailar, a cantar, a dibujar, a conversar. Mi experiencia siempre fue una manera de evadir esas formas de ser a las cuales yo ni me adaptaba. Pero parte de mi trabajo tiene mucho que ver con tratar de romper estas reglas completamente inútiles porque no dicen nada de nadie, son puros temores de que se les quite el poder a los señores que se creen muy hombre, muy varones, muy machos”, recalcó.
Carballo confesó que nunca fue un buen estudiante porque, en lugar de estudiar, pasaba haciendo dibujos y formas en su mente y no le ponía atención a nadie. Eso provocó que lo expulsaran de sétimo año. Posteriormente, ingresó a un colegio nocturno y trabajó en varias partes como dibujante comercial.
“Eso me ayudó a hacer del dibujo un arma a la cual le dediqué mucho tiempo, investigándolo, purificándolo, perfeccionándolo, porque era una manera de calificarme dentro del mercado publicitario”, señaló.