Para algunos, el asunto del poder, resulta simplemente burdo. Pero otros, lo anhelan, lo saborean; lamen el suelo donde ha quedado impregnado el olfato del poder.
Aspirar al poder no tiene nada de malo. Pero existe una extraña coincidencia: la ausencia de genio e inteligencia es más notable en quienes aspiran con más efervescencia a ese nicho laboral. Desde luego, la historia nos ha demostrado que, de vez cuando, brota uno que otro auténtico estadista.
Dice Milán Kundera, en su novela La despedida, que “si cada persona tuviera la posibilidad de asesinar en secreto y a distancia, la humanidad moriría en unos pocos minutos.”
Pero esa posibilidad es real. Hay personas que sí asesinan en secreto y a distancia, de forma cobarde, cruel y sin escrúpulos. En secreto y hasta en cooperación colectiva, muchos asesinan la posibilidad de que otros alcancen metas o puedan realizarse. Escondidos en una bóveda de mediocridad, muchos asesinan ideas, proyectos, acciones. That’s life, diría Sinatra.
¿Y la política? Sí, sí, sí (...) Para ahí vamos. En política, parece que algunos piensan con el lóbulo frontal de la rodilla. Aquí también se asesinan ideas en secreto. La heroica tarea de estos gremios cogitativos es fabricar negaciones, o bien, uno que otro heroísmo cognitivo. Cuentan las leyendas metafísicas que, en política, a veces se es idiota, pero no estúpido. Y este sesudo algoritmo filosófico y metafísico, encontró respaldo científico: la idiotez arrastra a la estupidez, pero sin arrastrarla… Este nivel de silogismos es galáctico.
Muchos están empeñados en destruir ecosistemas en nombre del progreso, del desarrollo económico. Solo basta con asomar la cabeza al mundo: estamos destruyendo el planeta en nombre de políticas irracionales.
Existe mucha literatura que documenta el daño que provoca a los ecosistemas marinos la pesca de arrastre. Una actividad que remueve la topografía natural del suelo marino alterando los ciclos naturales que son fundamentales para la interacción con especies y organismos.
No obstante, nuestro medio no se queda atrás en esta carrera humana hacia la destrucción de ecosistemas. La amenaza contra los ecosistemas marinos a través de una práctica industrial de pesca de arrastre, pretende ser la solución de algunos al desempleo. A través de dolorosos argumentos (…) que lastiman la santa sede de la razón, se defiende la reactivación de esta dañina práctica que atenta contra la biodiversidad marina. Pero claro, es urgente reactivar la economía en tiempos de pandemia. Y justamente esta es la excusa de lo que no se estaba haciendo bien desde un principio.
Pero no hablemos de incompetencia. Más bien sería deseable hacer introspección de las ideas que sustentamos y direccionar nuestras actitudes negativas hacia soluciones proactivas: es urgente que reactivemos un liderazgo positivo para gestionar proyectos innovadores que reactiven la economía local de muchas familias costarricenses. Pero en modo alguno, enfocarse en facilismos irreflexivos, con medidas analgésicas, pero no curativas. Más bien, este tipo de medidas analgésicas dejan un problema ecológico irreversible.
La ruta de acción no puede enfocarse en ofrecer soluciones facilistas y con cierta urgencia populista. Aquí es cuando la creatividad es necesaria para generar soluciones que reactiven la economía y el empleo, pero de forma sostenible. Quizás, mirar a las universidades públicas, puede ser una excelente iniciativa.
No obstante, es necesario tomar en cuenta dos asuntos importantes en esta toma de decisiones. La primera. La ausencia de propuestas políticas responsables y respetuosas del medio ambiente. Esto implica que ese gremio de notables de la patria, deben diseñar realmente soluciones, y no inclinarse por soluciones facilistas y ocultar su responsabilidad. Es hora de que tengan una más amplia y mejor visión ecológica. La segunda. Son pequeños gremios interesados en la pesca de arrastre los que se llevan la mayor parte de las ganancias, restando importancia a los ecosistemas marinos, a las familias a las que someten a jornadas laborales. No toda familia tiene acceso al equipo para realizar esta práctica.
Se podría decir: no nos podemos quedar de brazos cruzados ante un ecocidio más. Pero no es cierto. No solo muchos pueden, sino que quieren quedarse de brazos cruzados. Entonces, la tarea la tenemos quienes no queremos estar de brazos cruzados, cada quien, aportando un poco desde su campo de acción profesional.
El tema de la pesca de arrastre encuentra criterios opuestos. Pero no se advierte un problema de fondo: la ausencia de una cultura ecológica. Nuestro sistema educativo quiere formar científicos y tecnólogos de punta, pero desprovistos de una cultura de la convivencia ecológica. Tenemos una feria científica escolar, pero no una feria ecológica o ambiental.
Es momento de transitar de un paradigma antropocentrista, explotador de los exiguos recursos naturales que nos quedan, hacia una filosofía que promueva una cultura de la convivencia ecológica. Entonces, sería importante reflexionar qué programas educativos estamos implementando para hacer un cambio generacional hacia una cultura responsable de la convivencia ecológica. Es una tarea que tenemos por resolver.
Pero… ¿Realmente queremos hacerlo? ¿Realmente nos importa el ambiente? ¿Realmente queremos unir esfuerzos para trabajar interdisciplinariamente para solucionar juntos, desde muchos enfoques profesionales, los problemas ambientales que tenemos?
Tengo dudas de esto. No hace mucho, hace poco más bien, una funcionaria del TEC que lidera un doctorado, se opuso enérgicamente a que este servidor que escribe ingresara al doctorado del DOCINADE con énfasis en gestión y cultura ambiental, alegando que yo no era “científico”. Si en este país, los que tenemos formación en educación, hiciéramos una revuelta, o un berrinche, señalando que, ningún otro profesional puede dedicarse a la docencia porque no es educador de formación, quedaríamos enterrados en un lodo de ignorancia perpetua. A diferencia de otros países, solo aquí en tiquicia, tenemos esta extraña monogamia intelectual. Y otra vez, That’s life, diría Sinatra.
No he visto, por cierto, en ningún medio, a esta persona-funcionaria pública, ferviente defensora de la “ciencia pura”, interesarse o pronunciarse a favor de una gestión de la cultura ambiental… Kundera, tiene razón.
Hay una red peligrosa, una red que sí arrastra: la red de la indiferencia. Así, el compromiso, la responsabilidad, la voluntad de acción, la participación activa, la objetividad… todos estos apreciados conceptos han sido víctimas del arrastre, de las redes de la indiferencia.
La indiferencia hacia todo aquello que no representa una amenaza para los propios intereses, es la moralidad posmodernista que estamos compartiendo. Esta moral de la indiferencia es la nueva cognición social de nuestro incipiente siglo veintiuno. La moral de la indiferencia es para algunos el nuevo sistema de creencias, el nuevo esquema mental.
Solo cuando los intereses propios están en juego, es cuando las alianzas morales se unifican. Brota entonces, la moral egoísta. Se trata de un blindaje moral egoísta que defiende únicamente los propios intereses. Pero, recordando a Thomas Hobbes, se podría decir que esta es una moral falsa, una moral que también se desintegrará cuando no existan motivos para estar unidos. Así, las acciones morales, se convierten en un cálculo racional.
La moral egoísta, al ver que algo atenta contra sus intereses personales, reacciona. La indiferencia se convierte en una red participativa, en una moral participativa. Ejemplo claro de esto es cuando se toca el salario de algunos privilegiados sociales. Es entonces cuando se organiza toda una manifestación social, una lucha de valientes con coraje, y se teoriza una que otra filosofía o sociología de la acción…
Siempre sueño con que, la auténtica reflexión ética, pueda ser la ruta que nos oriente hacia un mejor y más activo compromiso profesional. Una ética de la acción, en lugar de una moral de la indiferencia.
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