La cuarentena que ha experimentado el planeta entero desde principios del 2020 para evitar la propagación del virus SARS-CoV-2 que produce la COVID-19 redujo, significativamente, la actividad física que solían tener muchas personas. Esto incrementó el porcentaje de sedentarismo que, para antes de la pandemia, ya superaba el 30% de la población mundial, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.
El teletrabajo, las clases remotas y los paseos virtuales han sido un arma de doble filo para la salud porque, por un lado, han sido exitosos en impedir una transmisión mayor del virus, pero, por otro lado, están fomentando hábitos sedentarios. La inactividad física, aunque sea por pocos días, puede provocar dolencias y afecciones. Tan solo la reducción en el número de pasos diarios durante dos semanas es suficiente para deteriorar los músculos, los huesos y el metabolismo.
Si la actividad física ya era recomendada antes de la pandemia, ahora es más necesaria bajo las condiciones de estrés que está generando la llamada “nueva normalidad”. El movimiento corporal constante contribuye no solo a mantener buenas condiciones de salud física, sino también al equilibrio emocional y psicológico.
Numerosos estudios han confirmado que la inactividad es causa de enfermedades y que existe una relación entre la actividad física y la mortalidad global. Las personas que mantienen niveles razonables de actividad, especialmente en la edad adulta y en la vejez, tienen una menor probabilidad de padecer enfermedades crónicas o una muerte prematura.
Si bien los gimnasios siempre han sido una opción para forjarse una rutina de ejercicios, la crisis económica generada por la emergencia sanitaria ha hecho que muchas personas destinen el dinero de las mensualidades del gimnasio a necesidades más apremiantes. Por otro lado, el temor por el contagio todavía mantiene alejados de estos centros de ejercicio a algunos de sus clientes habituales. Sin embargo, para mantener una actividad física constante solo se requiere determinación y disciplina.
“La gente cree que hacer ejercicio es irse a meter a un gimnasio o hacer largas distancias. No. Es cambiar la rutina que uno hace siempre. Cambiarla un poquito nada más. Si estamos acostumbrados a subir por el ascensor, mejor subamos por las gradas. Si usamos el automóvil para viajar distancias cortas, mejor vayamos caminando”, aconseja Ricardo Ávila, docente de la Unidad de Cultura y Deporte del Tecnológico de Costa Rica [2] en su Campus de San José [3].