“Las cosas no se valoran lo suficiente hasta que se pierden”. Quizás esta frase es la más repetida durante la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia por COVID-19. La ha dicho quien ha perdido su salud, pero también quien ya no tiene trabajo. Está en la mente de quienes han perdido a un ser amado y de quienes extrañan los abrazos, los paseos, los cafés con las amistades y hasta las rutinas laborales y académicas.
De la noche a la mañana, el mundo tuvo que olvidarse de los espacios públicos, encerrarse en sus casas y aprender a estudiar, trabajar y socializar de forma remota por medio de las tecnologías digitales.
¿Cómo modifica esta nueva realidad la percepción del tiempo y del espacio? ¿Cuál es el riesgo que experimentan la salud pública y la libertad como patrimonios intangibles de la sociedad costarricense en este contexto? ¿Cómo debe repensarse la ciudad para que vuelva a ser un lugar de encuentro con otros y con la naturaleza? Estas fueron algunas de las interrogantes sobre las que se reflexionó en el IV Ciclo de Discusiones “Desdudando el Patrimonio”, actividad organizada por el Proyecto Memoria Urbana del Barrio Amón, la Casa Cultural Amón [2] y la Unidad de Cultura y Deporte [3] del Campus Tecnológico San José [4].
Bajo el título “Viviendo en la liminalidad: ciudad, pandemia y cotidianidad” el foro reunió, de manera virtual, a Ileana Balmaceda, directora general del Hospital San Juan de Dios; a Carlos Cortés, periodista y escritor; a Álvaro Rojas, escritor y crítico literario; y a David Porras, docente e investigador de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo [5] del TEC [6], con la moderación de Andrés Fernández, arquitecto y cronista urbano.