Mientras hoy se habla de la urgente necesidad de estaciones de transporte intermodales para agilizar el traslado de personas entre una ciudad y otra, en la Escuela de Arquitectura y Urbanismo [2] del Tecnológico de Costa Rica [3] hay, al menos, 6 trabajos finales de graduación relacionados con el tema esperando transformarse en realidad.
Lo mismo sucede con otras propuestas de alto impacto social, como el desarrollo de centros culturales y deportivos en zonas de alta vulnerabilidad, la construcción de escuelas, clínicas, mercados y viviendas alternativas para distintos sectores de la población, la revitalización de edificaciones históricas y la regeneración de barrios y cascos urbanos, entre muchas otras.
Autoridades, docentes e investigadores consultados coinciden en conocer solo 2 trabajos finales de graduación que se han convertido en obras concretas. Uno de ellos es el Anteproyecto del Plan Maestro del Parque de Desarrollo Humano de Alajuelita de la estudiante Diana Quirós y el otro es el nuevo edificio de la Municipalidad de Limón [4] del estudiante Osman Herrera.
Sin embargo, Jeannette Alvarado, directora de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo, y Roy Quesada, coordinador de la Comisión de Trabajos Finales de Graduación, aseguran que “hay otra gran cantidad de proyectos que se han realizado vinculados a la extensión que se gestan desde cursos del Plan de Estudios”.
Como ejemplos mencionaron la Clínica para la Atención Integral del Adulto Mayor del cantón de Paraíso, en Cartago, el Centro de Atención Integral para la Comunidad del cantón de Aserrí, en San José, y el Parque de Desarrollo Humano de Cariari, en Pococí de Limón. Estas 3 experiencias surgieron de cursos de la carrera y ya realizaron su Defensa Pública. A diferencia de otros trabajos finales de graduación, estos proyectos fueron coordinados, desde su inicio, con las entidades interesadas y responsables de ejecutar las obras.
No obstante, la mayoría de los 267 trabajos finales de graduación que contabiliza la Escuela de Arquitectura y Urbanismo no pasaron de ser un ejercicio académico, a pesar de que muchos de ellos responden a necesidades específicas del país y están elaborados con sumo detalle.
Uno de esos trabajos es el que presentó Óscar Gutiérrez en el año 2015 que pretendía generar una escuela pública especial e integral en la que los niños con discapacidad cognitiva pudieran aprender en un módulo de aula con todas las características físico-espaciales necesarias en conjunto con los niños que no presentaban una discapacidad, en vez de enviarlos a un aula aparte por su condición diferente.
“Se debe educar a la población desde la infancia en el tema de la inclusión, inculcar principios de tolerancia y respeto hacia las personas con discapacidad y enseñar a los niños a convivir, día a día, con esta población, ya que merecen las mismas oportunidades que los demás. Es una población a la que se le debe respetar sus derechos individuales y colectivos, como miembros de la sociedad”, enfatizó Gutiérrez.
Este arquitecto considera que el factor económico fue el principal obstáculo para que su trabajo final de graduación lograra traducirse en una obra concreta. “La mayoría de escuelas públicas a nivel nacional no posee el presupuesto suficiente para un proyecto de este tipo que implica la modificación de la infraestructura actual para abrir los nuevos espacios que requiere la educación inclusiva”, puntualizó.
Otro de los trabajos finales de graduación que no llegó a concretarse es la estación de transporte intermodal para el cantón de Parrita que presentó la estudiante Marcia Briceño en el año 2006. La arquitecta asegura que la infraestructura existente no brinda seguridad a los usuarios y no permite un intercambio de medios de transporte sin que haya cruce de unos con otros, a veces hasta de manera peligrosa.
Briceño cree que su proyecto no logró convertirse en realidad porque excede la capacidad presupuestaria del gobierno local. “Además, el trabajo incluía una propuesta de reorganización vial que significaba la participación de la Municipalidad en una campaña de educación y del Ministerio de Obras Públicas y Transportes [5]. Al final, aunque fuera algo bueno para el cantón no ha sido del interés para ninguna de esas dos instituciones”, precisó.
Alvarado y Quesada explican que los trabajos finales de graduación son ejercicios académicos que se vinculan con una problemática, necesidad u oportunidad real del país y se enfocan en generar soluciones con sistemas arquitectónicos que contribuyan a un desarrollo local adecuado y pertinente, donde es considerado el usuario, el contexto y la situación socioeconómica, entre otros criterios.
“Es comprensible que no todos los proyectos se puedan realizar o sean realizables por factores económicos o de organización. Además, la coordinación con el aparato estatal suele ser muy compleja y hay que dedicarle mucho tiempo. Por otro lado, debe recordarse que los proyectos son desarrollados por estudiantes a nivel de anteproyecto y que aún no son profesionales en arquitectura, aunque les asiste el derecho de autoría”, señalaron.
Para Rosa Elena Malavassi, docente e investigadora de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo, “es desmotivante saber que muchos buenos proyectos quedarán guardados”. Ella considera que los proyectos relacionados con municipalidades terminan siendo afectados por decisiones políticas, a pesar de haber sido debidamente coordinados con personas que tienen puestos técnicos.
En este sentido, Karolina Víctor, estudiante que recientemente presentó su Defensa Pública, está cruzando los dedos para que la Municipalidad de Tibás acoja su trabajo final de graduación que consiste en la creación del Centro de Desarrollo Cultural de León XIII. Según explica, el proyecto responde a necesidades educativas y culturales específicas de la zona. “A nivel urbano el proyecto ofrece al distrito múltiples espacios que engloban diversas actividades recreativas y culturales buscando una transformación social que mejore la calidad de vida de sus habitantes”, agregó.