La Oficina de Comunicación y Mercadeo no toma como suyas, las opiniones vertidas en esta sección.
Cada año, millones de personas alrededor del mundo caen como fichas de dominó ante el estímulo al gen consumista que les da el finamente elaborado truco comercial llamado “Viernes Negro” (llámesele “Black Friday” para sonar más sofisticado a la hora de hablar).
Multitudes acampan días antes a las afueras de tiendas, esperando a ser los primeros en ingresar a comprar el viernes. Al consumidor le enamoran especialmente los artículos que ni siquiera le son necesarios, pero cuyo precio es demasiado bajo como para no llevárselos.
Este año, la fecha asignada para bajar los precios –previamente elevados a propósito por los comercios- es el viernes 24 de noviembre. Ese día, si usted es un detractor del consumismo al igual que yo, probablemente se quedará en casa o al menos se alejará de dichos establecimientos (a menos de que su curiosidad lo invite a observar el comportamiento de las personas exaltadas por hacer sus compras).
Es tanta la acumulación de compradores compulsivos, que incluso el levantar pesas y estar fuerte físicamente influye en si usted puede o no comprar lo que desea. Los empujones, zancadillas y enfrentamientos “hombro con hombro” durante la disputa por los productos, son la tónica fuera y dentro de las tiendas. Las habilidades en boxeo también son puestas a prueba constantemente cuando dos personas quieren el último ejemplar de algún producto.
Los cajeros de las tiendas deben estar con buen tono muscular para recibir los pagos, ya que el “reventar” tarjetas de crédito en los datafonos, es casi un deporte olímpico en esa fecha.
No creo necesario buscar datos para asegurar sin miedo a fallar, que las pantallas planas, celulares y otros aparatos electrónicos son los que mandan en preferencia en el “Black Friday”.
Mucho se dice y se analiza sobre esta celebración. Lo único cierto, es que es una tendencia demasiado poderosa a nivel mundial, que atrae a propios y a extraños. Un fenómeno que, a pesar de contribuir enormemente al endeudamiento de las personas, es tan llamativo que promete evolucionar, seguir creciendo y sobrevivir por mucho tiempo.
Mi posición es claramente en contra, pero es posible que vaya a algún centro comercial para observar el espectáculo que promete brindar la hipnotizada masa de compradores. A lo mejor, podré grabar algún vídeo de gente peleando. Eso sí, siempre manteniéndome lejos para no ser víctima de una estampida.
La función final del “Black Friday” será en enero, cuando como secuela del frenético consumo, las filas interminables de clientes se trasladen ahora a las casas de empeño de todo el país. Si algo hay que admitir, es que este fenómeno de cierre de año es interesante.