La Oficina de Comunicación y Mercadeo no toma como suyas, las opiniones vertidas en esta sección.
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En la actualidad, la moda de las redes sociales (Facebook, Twitter, Whatsapp, etc); promueve una distribución de noticias más sencilla y generalizada. Las nuevas técnicas periodísticas de redacción corta y poco desarrollada -sumada al decreciente hábito de lectura existente en la sociedad- hacen que los receptores del mensaje se guíen muchas veces solamente por el titular de un texto.
El problema del hecho anteriormente mencionado, radica en que estas personas forman su opinión basadas tan solo en repasar vagamente el encabezado y las comparten de manera "viral" por las diferentes plataformas web y en sus círculos de amistades, en sus conversaciones de boca en boca.
La falta de comunicación y las malinterpretaciones son elementos generadores de conflictos de todo tipo. Con solo mencionar que la mismísima Guerra de Las Malvinas entre Argentina e Inglaterra del siglo pasado estalló en gran medida por los rumores y especulaciones provocadas tras la incorrecta lectura de las publicaciones de algunos periódicos británicos; nos podemos dar una idea sobre lo importante que es el informarse de buena manera.
Ante esto, la responsabilidad de los profesionales de la comunicación se vuelve mayor. Esto porque no se puede evitar una realidad que ya forma parte del presente, sino que, obliga al redactor a adecuarse y transmitir su mensaje de manera efectiva sin llegar a extenderse demasiado. Tampoco se puede pensar en una mejora a corto plazo en los hábitos del público, ya que eso sería depender de terceros y negarse a evolucionar periodísticamente.
No obstante, el cambio es necesario y depende tanto de los redactores como de los lectores. En teoría, las autoridades educativas del país están trabajando por implementar técnicas que hagan crecer el gusto de los jóvenes por las letras; y eso es bueno.
Pensando en una mejora integral, debemos aplicar la modificación de este comportamiento desde lo interno de cada uno de nosotros. De momento, la única recomendación puntual es: no leer solamente el titular. ¿Acaso usted se come un fruta solamente por el color de su cáscara? ¡No lo creo!
Por respeto y agradecimiento a las personas que siguieron esa recomendación y llegaron a leer esta nota de opinión hasta este punto; no me extenderé.
El punto ha sido claro. El ejemplo de la Guerra de Las Malvinas se puede tornar exagerado y la comparación de un título con la cáscara de una fruta tal vez no le parezca aplicable. Pero eso solo lo podrá decidir cada persona que no leyó únicamente el encabezado de este subjetivo texto.