La Oficina de Comunicación y Mercadeo no toma como suyas, las opiniones vertidas en esta sección.
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La historia se repite: el arribo, cada año, de la estación lluviosa sirve para recordarnos de nuestro olvido. La ya tradicional incapacidad tica de prepararse para el “invierno”.
Lo más lamentable es que si todos fallamos en prepararnos para los aguaceros y esperamos al temporal para tapar las goteras, los municipios de este país parecen absolutamente inmunes a las lecciones del pasado. Habitan en las alcaldías muchos maestros y maestras de la improvisación, incapaces de recordar lo que llega junto a las lluvias todos los años: inundaciones, calles destrozadas, ciudades anegadas...
Una tradición que repiten pobres y ricos. Es más, parece que son los municipios con más recursos –los de las ciudades más populosas y económicamente activas– los que más fallan en cumplir con los deberes de limpiar alcantarillas, desarrollar obras preventivas en los ríos y quebradas, y aprovechar la estación seca para construir minimizando las afectaciones a la población.
De las calles ni se diga. Parece que cada aguacero trae consigo un nuevo hueco de dimensiones cercanas a la de un cráter en nuestros caminos municipales. Vías que se convierten en pistas de obstáculos, incrementando no solo el costo para los conductores, sino que también el riesgo.
Esto, agudizado por los cierres de vías, barriales y desmantelamiento de caminos, provocados por obras públicas que, a toda vista, no se están ejecutando en el mejor momento del año.
Hechos que ya hemos vivido en prácticamente todos los rincones del país en este 2017. Todos, antes de que siquiera se declarara oficialmente el inicio de la estación lluviosa. Y nosotros, carentes del recuerdo para poder vaticinar que es lo que nos espera, seguimos colocando una y otra vez a los mismos políticos en los mismos puestos.